Cap. 11: La magia

Canción recomendada

Esperando en el carro rumbo a mi casa, recibo un mensaje de alguien desconocido en mi bandeja de Messenger. Me intrigó aún más al ver la foto de esta persona; aparentemente era una chica que se me hacía familiar. Su mensaje decía:

Hola Néstor, perdón tan tarde, pero quería saber, ¿cuándo es el cumpleaños de Merly? Me podrías decir, por favor ☝

Su redacción era admirable. Siempre me han cautivado todas las personas con una redacción correcta. Además, no puedo dejar de mencionar que básicamente era muy linda, tenía ese “no sé qué” que llamaba la atención. No dudé en contestar y saber que de esa conversación podría surgir algo, como suelo hacer, pero ella tenía algo que me intrigaba y me hacía sentir que las cosas serían diferentes, me hacía salir de mi zona de confort. Le respondí diciendo:

Hola. Claro, es el 19 de enero.

No quise ser intenso y tampoco premeditar la conversación a algo en particular, pero me sorprendió con la siguiente petición:

Gracias. Más bien 👉👈 ¿Tú crees que esta conversación puede quedarse solo entre nosotros dos? Que sea solo un secretito 😏

Me encantan las personas que, en primera instancia, tienen la personalidad suficiente para entrar en confianza y tener buena vibra. A lo que le respondí:

Descuida, sé guardar secretos 😁 Es más, si necesitas que apoye con cualquier cosa, me avisas. Estoy más que dispuesto a ayudar. Tengo el poder de convencimiento 👿👿 jajaja.

Luego de ello, no dudé en pedirle su número para hablar por WhatsApp. Como me lo esperaba, disfruté la conversación con ella. Hace mucho que no me había sentido así, con las expectativas al tope. Mi nivel de emoción, sin exageración, estaba al 1000%, tanto que quería verla ese mismo día. Sí, suelo ser un poco intenso y cambiante, soy Géminis. Ella tenía un aura muy irresistible, no podía descifrar de todo su signo, era muy sensual como un Escorpio, era muy hábil e inteligente como un Capricornio, era muy sensible como un Piscis, era sencillamente brillante y me volvía loco descifrarla. Tenía ese misticismo que me encanta.

Como era de suponer, mi yo “cautivador” salió de manera innata. Para quienes estén leyendo, sabrán que un Géminis, cuando se le presenta un reto, está de más que pregunten si lo aceptamos, se convierte en nuestro objetivo de vida. Ella era algo así para mí, mi objetivo era conocerla por completo. Y vaya que salió todo muy bien, me sorprendió. Era la primera chica que me hacía reflexionar de manera real y hacer retrospectivas en mi vida. Nunca esperé conocer a alguien así, como ella. La veía y, juro, no encontraba nada que no me gustara. Cada cosa que decía o hacía era sencillamente cautivador y muy asertivo. Éramos, en mi mente, un fiel reflejo de la estrofa de la canción “Yo las canciones y tú la magia”.

Empecé a sentir sentimientos hacia ella, sentimientos que no había experimentado por nadie. La única vez que me acerqué a sentirme así en un 50%, me rechazó y fue motivo suficiente para cerrarme y dejar de tener relaciones sin responsabilidad afectiva y lo sé, eso no es de buenas personas. Nunca dije que lo fuera. ¿Era el karma lo que estaba viniendo? Me aterraba tener una respuesta porque hasta yo la sabía.

Solo especulaba sobre las posibles razones por las cuales mi musa no me correspondía y estaba en una relación unidireccional. En medio de una depresión anticipada y sufriendo por un futuro que no veía prosperar, ella me compartió algo muy íntimo o, al menos, así lo sentí. Me contó lo que le ocurrió en su escuela cuando era apenas una adolescente; le rompieron el corazón en frente de todos. Esa historia que me compartió me hizo ver que nuestro nivel de confianza era muy importante y, sobre todo, especial. Me hizo replantearme muchas cosas, dejar de ser tan egoísta y pensar en ella. ¿Qué es lo mejor para ella? ¿Qué necesita ella de mí? Lo que ella necesitaba era alguien que la protegiera y lo mejor para ella era yo. No era bueno para mí porque claramente estaba en la friendzone, pero ella lo valía. Yo estaba dispuesto a dejar mis sentimientos a un lado por su bienestar.

***

– ¿Qué es lo que más deseas ahora, en esta etapa y momento de tu vida?

– Esa es una pregunta muy profunda, ¿lo sabías?

– Jajaja, sí. ¿Te sorprende?

– ¡Por supuesto! Creo que te estoy influyendo mucho, y esa no es mi intención.

– Tranquilo Néstor, no me estás corrompiendo. De hecho, creo que yo soy así jajaja.

– ¿Dónde está esa persona que conocí hace un año? jajaja.

– ¡Estoy aquí! jajaja. Aunque hablando en serio, te agradezco por acompañarme en este momento. Realmente eres muy importante para mí, y créeme que también me sorprendo a mí misma. Nunca había tenido tanta confianza en alguien tan rápido.

– Creo que esta conexión es mística, no al azar.

– Escuchándote, cada vez me convenzo de que es así.

– Lo es – Fumaba mi último cigarrillo.

– En serio, estos últimos 4 meses han sido intensos para mí, y agradezco que hayas estado ahí y, sobre todo, para darme consejos en mis momentos de crisis.

– Siempre estaré ahí, lo sabes – Acerqué sutilmente mis dedos hacia su mano. Ella me miró rápidamente, directamente a los ojos, con esos ojos tan brillantes. Hubo un silencio que no se sintió incómodo. La luz de la luna iluminaba perfectamente su rostro. La atmósfera pedía que la besara, y sus labios me tentaban. Me deslumbraba su mirada con esos ojos tan bellos. Solo el que me mirara estaba pleno. Hacía tiempo que no sentía esas mariposas en mi estómago, ese nerviosismo de puberto, tentándome a arriesgarme y equivocarme.

– Estoy bien, Néstor… – Se sonrojaba, sus mejillas rojas me aceleraban el corazón y me olvidaba del entorno. Acaricié su rostro, acerqué mi frente a la suya y volví embelesado a mirarla. Tenía una mirada inocente que no podía dejar de ignorar, porque sencillamente no quería dejar pasar ese momento. Roce sutilmente sus labios, me iba acercando y al besarla, todo lo demás desapareció. Solamente estábamos ella y yo. Como si no hubiera otra persona en el mundo. Terminando, continue, no podía parar. Eran muy adictivos sus besos.

– Eres increíble, Ema.

 ***

Llegando a casa, recibí un texto que decía lo importante que era para ella. Era un mensaje largo y detallado. Entré en pánico o quizás fue ansiedad, ya no lo sé. Lo único que sé es que quedé paralizado y lo único que atiné a contestar fue: “Gracias, hablamos mañana sobre ello”. Tuve miedo y reconozco que fui muy frío y distante.

Los siguientes días del mes fueron caóticos, por no decir menos. No pude encontrar las palabras para expresar cómo me sentía. Prácticamente la ignoraba porque evitaba el tema. A pesar de ello, no comprendía cómo Ema podía ser tan comprensiva conmigo. En esos 30 días, no toqué el tema, aunque sabía que ella esperaba que yo lo hiciera.

¿Cómo te explicaré lo que siento? Hablar conmigo mismo no es tarea fácil. ¿Cómo te explicaré que todas las noches presentes estás en mis sueños? Te veo, pero sigo escondiéndome de ti. ¿Será que es un temor? El temor ahogante de verte con lágrimas no desaparece. ¿Y es que el tiempo será el final? No hay un adiós porque no hay tiempo. Mis sentimientos se ven inmersos en mis miedos. El miedo de perderte sería mi final, y no desaparecerá en las noches.

Esto fue un mensaje que nunca le envié y que aún está guardado en mis notas. Después de esos 30 días, las cosas dieron un cambio radical. Ema se alejó y se distanció de mí, pero ni aun así podía dejar de verla como la tierna persona que sé que es. Nunca he podido decirle que la amo. Soy un cobarde y no hay excusas para eso. Soy cualquier cosa menos la persona que ella merece.

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Publicado por Andy Calen©

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Cap. 10: El tiempo

Canción recomendada

El tiempo puede ser un arma de doble filo. Me costó entenderlo, pero ahora sé que puede tener un efecto rebote muy fuerte si no se saben manejar las situaciones.

Ella tenía una intención clara. Sus ojos me miraban con aflicción y soledad. Por primera vez la vi distante. La amable, dulce y tierna Ema se había ido. Fue desconcertante verla de esa forma conmigo. No había tiempo para explicaciones. Sentí que era el final de algo que aún ni siquiera comprendía. Era un adiós sin haberle dicho adiós. No había tiempo para aclaraciones que no buscaba ni quería escuchar. Mis pensamientos giraban en círculos sujetando sus manos. Sabía que eso no haría que mi pánico se fuera. No había tiempo para argumentos que sabía que no iba a querer creer, porque me dolía solo el hecho de que ella se alejara de mí, tomaría distancia y eventualmente esta historia “que nunca pudo ser” quedaría en el olvido. El agobio provocado por el cúmulo de pensamientos que se venían a la mente en ese momento me provocaba asfixia. Sentía que me hundía cada vez que ella me decía “lo siento”. Ella solo seguía pidiendo perdón por algo que no tenía que pedir disculpas. Me sentí un egoísta mediocre sintiéndome morir porque solo podía pensar en mí en ese instante.

– Lo conocí sin pensar que mis sentimientos se verían involucrados. Y aunque sé que no soy correspondida, no me atrevo a no ser honesta contigo. No quiero dañarte, porque sé lo que es estar roto por dentro, y no deseo eso para ti, Alonso. Mereces mucho más, realmente, y yo no puedo ser la persona que mereces, al menos no ahora.

Cuando amas a alguien, te duele dejarla ir. Tuve claridad de mis sentimientos cuando ya era muy tarde. Me tardé tanto en tener certeza de mi amor que ahora ya nada podía hacer. Estaba todo hecho y estaba de brazos cruzados. No sabía bien qué me esperaba o qué me tocaba hacer. Estaba inmerso en mis pensamientos, parado frente a ella, sin articular ninguna palabra.

– Perdóname, Alonso – Ema lloraba.

Precisamente en ese momento no tenía mucha cabeza para pensar en Ema y me sentí culpable después por ello. La dejé y me retiré en silencio. Escuché un par de veces que Ema decía mi nombre, pero no tenía la suficiente valentía para poder hablarle y mucho menos mirarla a los ojos.

Caminé unas diez cuadras por la ciclovía en medio de la pista. Quería encontrarme a mí mismo y tener una respuesta a la pregunta de “¿Qué te toca hacer ahora?”. Sabía que no sería fácil tener esta conversación conmigo mismo, pero necesitaba respirar y ordenar mis pensamientos.

Solo tenía certezas de tres cosas: 

  1. La primera era que Ema se había enamorado, aparentemente, de una persona que no era yo. En ese momento pude comprobar que efectivamente “las palabras hieren mucho más que las acciones”. 
  2. La segunda era que yo estaba enamorado de Ema y que me di cuenta de mis sentimientos muy tarde. 
  3. Y la tercera era que el amor que sentía por Ema no era suficiente para cambiar el rumbo de la situación. Estaba envuelto en un triángulo amoroso que no pedí entrar y no era correspondido.

Mientras caminaba, solo podía pensar en esa historia que nunca se daría entre ella y yo, creando escenas ficticias que solo pasarán en mi mente, mientras escuchaba “Wait”.

***

Los días transcurrían muy rápido y yo no tenía el coraje de poder hablar con ella, a pesar de que ella me buscaba a diario por todos lados: redes sociales, afuera de mi salón de clases, con Daniel, Ana, hasta con Briane. No me perdono hasta ahora que yo haya tomado esa actitud. No fue mi mejor momento como persona, y sé que la hice sentir pésima a Ema. No fue mi mejor momento.

El tiempo, como dije, puede ser un arma de doble filo. Anteriormente yo jugaba en contra. Ahora el tiempo estaba haciendo su trabajo, me estaba ayudando a continuar y dejar el sentimiento ahogante de la situación. El tiempo estaba haciendo su trabajo. Necesitaba un tiempo a solas. Sin nadie a mi alrededor, solo conmigo mismo, permitiéndome, después de mucho tiempo, concentrarme en mis estudios, por más aburrido que pueda sonar. En esta dinámica, los 6 meses no se sintieron como 6 años.

Tuve momentos donde mi estado de ánimo estaba muy bajo. Probé estos encuentros “casuales” con personas. No me enorgullece afirmarlo, pero ayuda mucho disipar tu mente tener una compañía en la que no existe presión por ninguna de las partes. Esta “amiga con derechos” fue un descanso, una salida de toda la situación que aún no quería afrontar. Probar el sexo frío y distante es solo eso, sexo.

Melissa (mi “amiga con beneficios”) justo hoy me pidió ir a su departamento. Al salir de el, caminar un poco y buscar respuestas a muchas preguntas que aún no me sentía preparado para responder, sentí que alguien me observaba.

Alcé mi mirada, y Briane estaba ahí, caminando hacia mí, con su mirada tan fija y sonriéndome.

– Hasta que por fin se te puede encontrar, Alonso. ¿Por qué demonios han desaparecido? 

– Hola… 

– Empezamos mal… 

– No es un buen momento para hablar Briane, no quiero hacerlo. 

– Bájame esos humos, no soy Ema, para empezar. No sé cómo ella ha tolerado tanto de ti. No eres un buen amigo. Mejor que las cosas se hayan resuelto de esta manera. 

– No, Briane, no aceptaré que vengas con aires de grandeza y menos hablar de mí como si yo hubiera sido el “malo de la historia”. 

– ¡Es en serio! Es que no me lo puedo creer. Me estás diciendo que por ser “el hombre” al que rechazaron, ¿Ema, “la mujer”, es la mala de la historia?. Aceptalo, Alonso. Por fin alguien te dijo “no”. Estás tan acostumbrado a ser ese chico “popular”, el que recibe toda la atención de las personas, el que solo puede pensar en él mismo y no le entra en su cabecita que existen más personas y que puedes dañarlas. 

– No actué de la mejor forma con Ema, eso lo reconozco. Pero no necesito esto ahora. Me voy. 

– ¡Claro! Como el niño que lo tiene todo necesita espacio, hay que darle espacio. ¡No, Alonso! Si yo quiero, camino contigo todo el trayecto diciéndote la lista de cosas que te hacen una persona egocéntrica y narcisista. 

– Espera, ¿qué? Briane… ¿Qué te he hecho yo? 

– Claro, “la víctima” se victimiza una vez más. 

– ¡Qué mierda quieres, Briane! – Me exasperó su enojo sin ninguna explicación. Ella se acercó, como un ademán para retarme y al tenerla muy cerca de mí, me miró, y entendí que tenía que besarla. Lo atroz vino después.

Ema, junto a Néstor, caminaba hacia nosotros. Era la primera vez que veía su rostro después de 6 meses, y me vio besando a su mejor amiga. Rápidamente rechacé a Briane, que me miró con desdén después de ello. Estaba atónito, no inmutaba a hacer ninguna mueca. Néstor, siendo el salvador de la situación, aunque no comprendía muy bien qué hacía en medio de esta situación, se acercó para decirme:

– Recuerdas a mi musa, sigo siendo un cobarde con ella. No puedo ser razonable cuando estoy con ella al frente.

Cuando dijo “musa”, sentí que todas las piezas del rompecabezas empezaron a cuadrar y armarse. Ahora tenía mucho sentido todo.

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Publicado por Andy Calen©

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